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29 noviembre 2008

Tilos y jacarandás

La primavera, contundente, radical y seductora, se instaló en la ciudad y reina a pesar del calor adelantado del verano. Salís a la calle y ese aroma omnipresente te invade, invitándote a dejar lo que ibas a hacer, léase: estudiar, trabajar, o cualquier otra cosa catalogada dentro de las actividades llamadas "útiles".

El color lavanda de las veredas te hipnotiza y en ese estado tenés que hacer un esfuerzo mayúsculo para no dejarte llevar hacia el placer puro de no hacer nada...

Oler los tilos de toda la ciudad exhudando su mágico llamado, su invitación al ocio y a la tranquilidad, es embriagador. Acostarse debajo de un jacarandá mientras él te llueve flores parece ser un sueño.

Tratar de seguir tu ritmo de vida sin que te inmute es tan difícil como no sonreir tontamente con "ese" recuerdo.

Es como resistirse al árbol de la vida en Mundo Anillo.
Es como intentar dejar de rascarte.
Es como dejar medio helado de dulce de leche.

Es como interrumpir un momento de placer sexual.

A pesar de todo nuestro entrenamiento para convertirnos en seres civilizados, estos momentos son donde aflora nuestro yo más instintivo...

14 noviembre 2008

Mi lado salvaje

La dejé salir un ratito. Que explore, que de una vuelta por el bosque y huela las madreselvas y le coma las flores (¿nunca comieron madreselvas?). Que encuentre moras y se llene la boca de ese sabor dulce y un poco ácido.

Mi yo salvaje (una extraña mezcla de Nina y Agnes) hizo pipoca a las brasas, trepó y se metió en los huecos de los árboles. Tenía más hambre, así que hizo papas y batatas, y comió naranjas y en el hueco de la cáscara metió un huevo.

No fue sola, y les explicó a sus compañeras cómo hacer refugios con pocos elementos, como para pasar la noche y seguir en marcha...