Si copias algo, citame!

20 junio 2013

A todos se nos cae un avión


"Entonces llegué al pico de la montaña, sólo que atrás de ese pico había otro, más alto. La cumbre no está donde vos pensás, sino donde la montaña quiere.", relataba el Dr. Canessa. Él fue uno de los sobrevivientes de un accidente aéreo en los Andes, que sufrió un equipo de rugbiers uruguayos y algunos familiares, alla por los '70.

Me encantan las historias de sobrevivientes. Me emocionan, movilizan algo muy profundo en mí y me dan fe en las personas, en el potencial humano. Por supuesto, en aquellas personas que no se dan por vencidas, a pesar de la perspectiva desalentadora.

Resiliencia. Esa es la clave: doblarse sin romperse. Y me pregunto: ¿qué es estar en supervivencia? Normalmente podemos elegir entre seguir con lo conocido o aventurarnos y hacer algo nuevo. Supervivencia es cuando la opción de lo conocido se desvaneció. Ya no está, y si nos aferramos a eso, enloquecemos. Y a veces, en ese estado, no hay tiempo para duelos; hay que actuar ya, para seguir con nuestra vida. El duelo, la elaboración de lo que sucedió, vendrá después.

La queja, la lamentación, son humanas, y siempre nos aparecen "¿por qué a mi?", "¿qué más me puede pasar?", etc. Pero hay que entender que son preguntas sin sentido y que no nos llevan a nada.

"Qué suerte tenés", le dijo un compañero a Canessa. "Suerte, ¿yo? ¿qué decís?". El compañero le responde: "Vos por lo menos, no tenés las piernas rotas como yo". Y él entendió que a pesar del hambre, la tristeza y el frío, siempre se puede estar peor. Y que él era "las piernas del grupo", que tenía que caminar e intentar buscar ayuda, porque ya los aviones de rastreo habían dejado de buscarlos, porque para el mundo estaban muertos (no para sus madres y sus padres).

Luego de una experiencia traumática algo cambia para nosotros, ya no somos los mismos. Y aunque volvamos al mismo lugar donde vivimos, nuestras prioridades han cambiado, y nuestra manera de ver el entorno. Conozco la sensación de re-conocer lo que nos era familiar. Haber estado fuera de lo corriente, fuera del "streaming" donde están todos los demás. Irse de campamento, estar una semana en la montaña, haciendo comida primitiva, sobrellevando una crecida de un río, de una inundación... y luego volver a la casa, los cubiertos, la tele... Es una situación extraña y maravillosa, donde me doy cuenta cuántas y cuántas cosas tengo, cuántas comodidades, relaciones, personas, mascotas, objetos... que amo y que es imposible valorar en su justa medida en el día a día, en la rutina. Esa sensación de lo valioso que es todo es intransferible. Al menos no se puede compartir entre personas a las que no les haya pasado algo así. Entre sobrevivientes.

Ahora me siento una superviviente, en esta recuperación de mi rodilla que ya lleva más de medio año. En la que, estando ya hace una semana internada, no me atrevo a decir "lo peor ya pasó". Siempre se puede estar peor. Y siempre hay que vivir para estar mejor. 


 Dejo para otra entrada lo que menciona Chuck Nolan (personaje de "Naufrago") acerca de los amores que nos acompañan...

01 junio 2013

...y no me llamo una rodilla

Hoy hace siete siete meses de mi lesión en la rodilla. Sí, siete. 

Y dos meses y medio de mi operación de ligamento cruzado y externo.
Hace rato que no escribo en el blog, un poco para no ser reiterativa pero... Bueno, esta etapa es así, pasan pocas cosas en mucho tiempo, pero por dentro se suceden las expectativas, los humores, los sentimientos y los estados de ánimo. 

Tengo miedo: Corro peligro de entrar al quirófano de nuevo. Pero más miedo tengo de seguir igual. 
Estoy caminando, pero con dificultad, y si hago más de dos cuadras o si estoy mucho tiempo parada, luego tengo que hacer reposo porque se me hincha la pierna.

Mi rodilla generó unas durezas, adherencias que hacen que la rótula no se desplace como debería. Esto hace que yo no pueda doblar la rodilla hasta 90°, como se supone que tendría que estar pudiendo hacer, ya a esta altura.

"Mayo es nuestro mes" dijo el médico. Y Mayo ya pasó.

Hace un mes, cambiamos el trabajo en el gimnasio por el kinesiólogo. Voy dos días a la pileta y al gimnasio después, y dos días al kinesiólogo. Hay que hacer que mi rodilla se doble. Y si no se dobla... bueno, habrá que doblarla bajo anestesia.
En resumen: DOLOR.


La última vez, el médico me encontró mejor. Había ganado unos grados desde el lunes anterior. Y me regaló una regla que después me dijeron que se llama goniómetro (soy su paciente más curiosa, dalo por hecho). Me verá el lunes que viene, y decidiremos...




¿Qué es lo peor que puede pasar? Que no decida nada, y tenga que seguir igual que ahora. Que no gane en flexibilidad, y que tenga que seguir soportando dolorosos ejercicios y fuerza sobre mi pobre rodilla. 
La otra opción es que este esfuerzo empiece a funcionar. 
Y la otra, que me pongan una peridural, me duerman, y me doblen la rodilla, con fuerza o con bisturí.

Tuve 15 días para poner mi energía en luchar y ganar esos 90° que necesitaba... y perdí. 

Tenía un objetivo en Mayo, y no lo logré. 
Por momentos, en el gimnasio, lo único que quiero es ir a casa a llorar tranquila.

Pero he generado una cantidad de recursos creativos, que hacen que de una manera u otra siga dando batalla. Tengo mejores y peores días... pero jamas falto y siempre hago más de lo que me piden, aunque se me salten las lágrimas. Estoy dando lo mejor de mí, sin saber si lo voy a lograr, porque yo, sinceramente no veo mucho progreso (o por lo menos no es proporcional al dolor).

Y me digo:
No soy una rodilla que duele. No soy el dolor.

El dolor no me define como persona.
El dolor no es quien soy: el dolor pasará y yo permaneceré (aunque sea, un tiempo más). 

Soy yo, con mis múltiples nombres. 

Soy mamá.
Soy esposa, compañera, amante.
Soy escritora.
Soy ingeniera, docente de física en Ingeniería (UNLP).
Soy empresaria, soy coach.
Soy guía, guiadora, instructora, miembro de consejo.
Soy deportista, soy una artista (marcial y no marcial).
Soy mujer, soy feminista.
No he dejado de ser todo eso.
Me gusta jugar, crear, leer, imaginar, charlar, disfrutar, amar, aprender, enseñar...
Me gusta, de verdad, usar mi cuerpo. Sentir la transpiración y las endorfinas que fluyen.

Hay una parte de mi cuerpo que no está funcionando, y que pretende tiranizar todo mi ser. Quiero curarme, quiero volver a ser una. "Vení, rodillita, ¡hacete amiga!"

Y doy un paso tras otro, porque estoy siendo, momentáneamente, una persona en recuperación.


Y cuando siento que no voy ganando, cambio al método Sucker punch: escapar de la realidad.

Una manera es pensar que no estoy ahí, que estoy en una playa con muy poca gente, música copada y un daikiri en la mano (o una caipirinha), el mar con las suaves olas y el sol con su calidez en mi piel. Y la arena...

Cuando eso no funciona, me transformo en personajes de ficción. Y hasta armé un álbum en Facebook con todas ellas, las mujeres más fuertes de las películas y series. Esas indestructibles, fuertes, invencibles...



Soy Kara Thrace, y si no puedo manejar mi rodilla no podré pilotear la nave contra los cylon.
Soy Ripley, y si no corro no podre escapar del alien.
Soy Janeway, y la tripulación depende de mi estado de ánimo y de que me mantenga más o menos en pie... 
Soy Lisbeth, y no importa cuánto dolor o cuánto daño me hagan, prevaleceré.



Hay quien dice que si estoy dando todo de mí, estoy ganando... 
Supongo que de eso se trata.


De tener una VISIÓN, de SABER que voy a caminar, luego trotar y correr, andar en bici y en moto... 


Y saber que siempre se puede estar peor.



Tenía un objetivo, y aunque haya pasado el mes, sigue estando, y se llama: 90°.
Tengo un objetivo este año... y se llama: Creamfields 


Para l@s que lean esto, no pretendo su compasión. Pero si quieren acompañarme, de la manera que les salga, son bienvenid@s.